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La policía acudió con coches y camionetas a desalojar a las personas que no fueron vacunadas después de esperar colas de hasta tres horas

  • 31 diciembre, 2021

La policía acudió con coches y camionetas a desalojar a las personas que no fueron vacunadas después de esperar colas de hasta tres horas

A pesar de las campañas animando a la vacunación, conseguir el pinchazo y con ello el pasaporte -en muchos casos imprescindible para trabajar- está siendo un auténtico reto para muchos xixoneses. Ayer mismo tuvo lugar la nueva sesión de vacunación colectiva, una a la semana, cuatro horas, con solo tres personas vacunando.

Aunque el horario de vacunación era «de 4 a 7» a las cuatro menos cuarto la cola rodeaba el Palacio de los Deportes, ya se había corrido la voz y fueron muchos los que se adelantaron para asegurarse el turno. La práctica imposibilidad de conseguir cita telefónica fue sin duda detonante para que se diera la aglomeración en el horario de vacunación libre.

En la cola, personas de todas las edades, esperando para poner la primera, segunda o tercera dosis, sin distinciones. Destacaba la presencia de personas muy mayores, con dificultades motrices, en busca de la vacuna de refuerzo, que hubieron de esperar junto al resto. De entre el resto, la mayoría buscaba el pasaporte COVID por cuestiones laborales, principalmente personal de hostelería y gimnasios. Muchos tuvieron que dar la vuelta, al negárseles la vacuna por haber estado contagiados, sin que se les diera una solución para poder trabajar. Alrededor de las cinco y media una mujer embarazada abandonaba la cola, incapaz de continuar, mientras los niños que acompañaban a sus madres empezaban a ponerse nerviosos. Un hombre de 84 años relataba su caso: era su segundo día allí, el primero, con cita, había esperado dos horas y lo habían mandado de vuelta a casa, se habían acabado los viales de refuerzo.

La cola avanzaba despacio y alrededor de las seis y media la inquietud comenzó a adueñarse de los presentes ¿cerrarían las puertas a las siete, dejándolos fuera? La opinión generalizada era que, dado que seguía llegando gente y nadie  informaba, lo más probable era que el horario implicara que a las siete se cerrasen las colas y se continuara vacunando hasta la finalización de estas.

A las siete menos diez entraron las personas que habían llegado a las cuatro en punto a la cita. A las siete menos cinco cerraron las puertas, es decir, nadie que hubiera llegado al Palacio diez minutos después de la hora de comienzo de la vacunación pudo entrar. Nadie avisó, a pesar de estar viendo a miles de personas esperando, ningún cartel indicaba el funcionamiento de las colas o advertía del cierre de puertas. Más allá de la ineficacia operativa del SESPA, la falta de empatía de los trabajadores sanitarios impactaron a los presentes ¿no pudieron avisar en la puerta una hora antes, ahorrando la espera? Sin duda ayer no fue el primer día que ocurrió esto.

La reacción de los que se quedaron en las puertas, lo mismo que de los que estaban ya dentro, fue de estupor, primero, y de cabreo, después. Varias personas golpearon las puertas mientras se cerraban por dentro (ni siquiera era la hora) y se levantó un coro de comprensibles protestas airadas. Eso fue todo. Nada, a mi entender, que justificara la irrupción de tres coches y una furgoneta de policía desalojando no sin violencia a los presentes.

De la que veía a la gente volver para casa, cansados, frustrados, con la cabeza gacha y los puños apretados por no poder poner la vacuna que no querían poner pero que tienen que poner, pensaba otra vez eso tan famoso de que la realidad supera siempre a la ficción.

 

Llucía Fernández


Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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