Historias del Coronavirus VII: Distopía 2020

  • 19 marzo, 2020

19 de Marzo. Sexto dída de confinamiento.

Hoy empieza el día triste y de mal aquel, a ver si camino del mediodía mejora y pasa algo emocionante, no se, que encuentre la pieza que falta del puzle o que repongan los cepillos de dientes en el supermercado

A primera hora, antes de la sesión de escuela para la que hay que estar diplomado en redes sociales, coworking, Team, freelance e interpretación de señales de humo, se me ocurrió mandar al crio en la kamikace misión de bajar basura. Puntualizo que el «crio» es un chavalote de 16 años que me saca la cabeza y que el contenedor está exactamente frente al portal de casa. Bueno, pues con la yá usual puntería familiar, nada más salir tropieza con la Policía, no se si local, municipal o nacional, porque tengo entendido que ahora son todas una. Que cómo menor de edad no puede salir a la calle. Que a ver ese DNI (le han sacado foto al carnet). Que si le vuelven a pillar, multa que te crió. Ala, para empezar bien el día… con el buen sabor que me había quedado después de la cazerolada de ayer.

En serio, yo estaba ahí, ya a la ventana, olla en mano, rodeada de mi tropa con gesto amenazante, preparada para ser única de la calle en montar bulla -sique pasa, soy escéptica de vocación- cuando empezó a oirse a un vecino, a lo lejos, dando cucharazos solitarios a la vajilla. Oyes, ha sido como el disparo de salida. A la derecha, arriba, en frente, por todos los sitios empezaron a montar escándalo. El gaitero anónimo del barrio entró con el himno de Asturies, después el de Rasgo y remató con la Internacional, pero se le oía fatal, porque para hacer ruido en mi casa somos tremendos; el molde para bizcochos, irrecuperable. La del balcón de arriba ha sacado una especie de trompeta y alguien hacía sonar bocina. Han pasado coches, tres, pitando. Al rato me dolía el brazo, pero cada vez que paraba me daba pena ser yo menos republicana que el resto. Doce minutos después, ahí seguíamos. Doce minutos suena a poco, pero te aseguro que dándole con la tapa a una olla xxl es una burrada. A los quince ya iba acabando la cosa, mi brazo (y mi cabeza) ya no podian más, así que henchida de fervor patriótico, he gritado un «Puxa la república Asturiana» que no se si nadie estaba yá en condiciones de oir y me he retirado. Desde una ventana indeterminada en mi misma fachada han seguido otros cinco minutos dándole, está claro que merece la pena conocer mejor a mis vecinos.

Y después de ese momento de gloria, sesión de cine con Independence Day… no se si os acordais del discurso el presidente a los soldados, me ha recordado tanto a Sánchez & cia que no un pude aguantar y me he echado a reír comu una mongola, «Tenemos que dejar a un lado nuestras insignificantes diferencias… No para evitar tiranía, opresión o persecución, sino la aniquilación, luchamos por nuestro drecho a vivir, a existir» os dejo el enlace para que os riais también. Eso sí, cuando eché cuentas de lo que falta para el 4 Julio se me quitó la risa, que estos con tal que de que quede bonito son capaces a alargarlo hasta entonces, o si dependiera de los españoles, al 12 de Octubre.

Y como se me quitó la risa y me puse seria, me acordé de un libro que siempre me gustó y que desde va poco tenemos la suerte de poder leer en asturiano: 1984. De él, entresaco esta frase que, si ya siempre me ha dado vueltas en la cabeza, ahora toma un significado muy concreto que no podemos dejar pasar

«Para controlar a un pueblo hay que conocer su miedo y está claro que el primer miedo de todo individuo es estar en peligro mortal. Una vez que el ser humano se hace esclavo de su miedo, es fácil hacerle creer que el papá estado estará listo para ayudar a salvarlo»

George Orwell, 1984

Llucía F. Marqués

Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

3 Comments Already

  1. Hola, queria saber en que parte del libro se encuentra esta frase textual. Gracias!

  2. Perdon, la frase del final hablaba.

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