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Historias del Coronavirus V: No hay país como este

  • 17 marzo, 2020

Esto del Coronavirus da para mucho. Tengo algunas historias de gente que me llama para contarme episodios a cual más impresionante, gracias a todos ellos. La crónica de hoy es prestada, pero no tiene pérdida,  que nos está quedando una intrahestoria divina de surrealismo cómico trágico. No os quedis sin leer Historias del Coronavirus I, II, III y IV

Estoy enfermo. No daré explicaciones que no vienen a cuento de cómo y porqué he pillado esto, pero el caso es que estoy enfermo, lo dicen las pruebas. Empero soy un caso suave, de los de quédate en casa con paracetamol y no se te ocurra salir ni para ir a ordeñar. Es que yo vivo en lo que viene a ser el área rural, en una casería, con la única compañía de las gallinas y una vaca, con lo que lo de estar aislado lo llevo casi de serie.

Habitualmente trabajo en una empresa de Xixón, pero con esto está claro que estoy de baja. Debo entregar papeles y, vaya por dios, resulta que no los dan por via telemática y si, agárrense, tengo ir al medico a por el parte de baja. No veo manera de hacerlo sin romper la cuarentena, no tengo mascarilla, ni guantes, ni un documento que me permita llegar al ambulatorio sin una multa. Pongo un jersey de cuello alto, los guantes de tela que uso para podar y subo al coche encomendándome a todos los demonios.

Zas.

La primera en la frente. En la rotonda el Marieva me encuentro con un dispositivo de la Guardia Civil, tres coches y nueve picoletos parando coches y pidiendo papeles. Por supuésto, me paran a mi y viene un de ellos todo chulo a picarme en la ventanilla. Nada más mete la cabeza en el coche lo suelto a bocajarro «tengo el coronavirus, voy para el médico», acompañando la confesión con un silbido de pulmones de lo más convincente. El hombre se pone blanco primero y luego tirando a verde, como el uniforme y acaba por mandarme seguir con maneras agitadas: no es para menos, no traen ni guantes ni mascarilla. Así que tiro para alante, dejando a la Benemérita hacer su importantísima labor de recogida y difusión de víruses de coche en coche.

Llego al ambulatorio sin mayor complicación, consigo los papeles y bajo a entregarlos a la Plaza del Carmen, pero está cerrado. Ponen allí un teléfono de tarificación especial, un 901… ya, están listos… y un mail. Mando el correo con la foto del parte de baja y me viene devuelto, que no se admite porque el receptor no lo recibe, porque no un tengo el certificado de nosequé y nosequemás… Total, que vuelvo para casa a esperar a calmarme antes de llamar al puñeflerísimo número en el que fijo que discutiré con una puñeflerísima máquina mientras pago la llamada como si esuviera en un teléfono de contactos.

A la vuelta no tropecé con la benemerita, lástima, porque con el cabreo estaban dándome ganas de toserles directamente en la cara. Si a la mañana me encomendaba a todos los diablos, a la tarde estoy que me lleva dios.

No hay país como este.

Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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