Antropomorfos y mascaradas de invierno

  • 27 diciembre, 2019

Estamos en el invierno. Salen las caretas a antruejar y pedir el aguinaldo. Disfrutaremos de las viejas mascaradas invernales. Un tesoro vivo de nuestros ancestros

Lluis de Turiellos

Del blog El Xanu’l Caborniu (traducción)

 

Comienzo esta entrada con el fragmento de un estudio genético hecho en el año 2.014 por un equipo de la Universidad de Uviéu:

“El trabajo de campo ha acopiado 486 muestras recogidas en 61 concejos asturianos a individuos cuyos abuelos han vivido en la misma zona geográfica(…)La muestra asturiana se ha integrado en una base de datos con más de 9.500 referencias procedentes de otras poblaciones de Europa y Africa del Norte para encontrar patrones geográficos a escala local, regional y europea. Las tendencias detectadas en esa comparación estadística permiten relacionar a la población antigua de Asturies con la de otras regiones de la llamada zona Franco-Cantábrica.”

A continuación, pongo otro fragmento, del prólogo del libro Folklore de Asturias, de María Xosefa Canellada:

“El varón primitivo astur (y acaso cántabro) tiene un pasado histórico peracusado vitalmente. Es de cuando cazaba osos y mamuths prehistóricos, y cuando quizás tenia un matriarcado en su organización. Actualmente nos quedan en Asturies indicios de aquella civilización. O, por lo menos, indicios de la mentalidad de aquella civilización. ¿Quién puede decir que no ha habido tal civilización?. ¿Y Altamira?, ¿Y el Pindal?”

Entramos en estas fechas en las mascaradas de invierno. Herencias ancestrales de las culturas prehistóricas y relacionadas con el ciclo invernal. Dentro de ellas, destacan las caretas antropomorfas. Personajes disfrazados con atributos animales como pellejos o cuernos. Estas representaciones nos recuerdan ritos de sociedades cazadoras recolectoras. Y en el caso nuestro, ¿de dónde vienen?.

Una de las civilizaciones -o una sucesión de ellas- con importancia superior en la prehistoria europea, es la franco-cantábrica. El suroeste francés y parte del norte peninsular ha sido refugio por muchos milenios de las poblaciones del paleolítico superior cuando avanzaban las glaciaciones. Nos han dejado numerosos indicios  de su presencia en representaciones de arte parietal, pertechos y arte mueble.

Dentro de esas representaciones tenemos las antropomorfas. Figuras con rasgos humanos. Y dentro, de ellas representaciones humanas con rasgos animales. Me centraré en dos que resaltan dentro de las que tenemos en Asturies.

La primera se encuentra en el Pozu’l Ramu o Tito Bustillo. En una formación estalagmítica tenemos dos antropomorfos, opuestos en cada cara de ella. Se trata de figuras de varón y mujer con cabeza de animal, probablemente bisonte.

La segunda es la conocida como Venus de Les Caldes. Tallada sobre un cuerno de ciervo, representa a una mujer con cabeza y pezuñas de cabra. Y anexo aquí un apunte: dentro de los relatos llegados por informantes de las viejas zamarronadas lenenses, nos hablan de personajes que salían  disfrazados con pellejos de cabra, incluyendo la cabeza y los cuernos del animal.

A raíz de nuestra zona franco-cantábrica, el paleolítico superior se extendió por todo el continente europeo. Y, a raíz de las herramientas de aquellas sociedades nómadas de cazadores recolectores, se dan coincidencias a miles de kilómetros en el arte. Por ejemplo, las figuras llamadas venus, se encuentren desde los Pirineos hasta Rusia, pasando por Francia, Chequia o italia. En la península cuesta trabajo encontrarlas. En Asturies tenemos la mencionada de Les Caldes, con la que no hay unanimidad de criterios, habiendo quienes la consideran un adorno de un propulsor. El otro caso que tenemos es la venus antropomórfica de la cueva de La Riera, en el concejo de Llanes.

En los certámenes de mascaradas que se celebran en todas partes llaman la atención las semejanzas entre caretas de países alejados por miles de kilómetros. Esto ocurre mismamente con nuestros sidros, que tienen “parientes” bien lejos de nuestras fronteras. Nada raro realmente, si trasladamos a este ámbito lo dicho en el párrafo anterior con el caso de las venus. Los antropomorfos los descubrimos representados en las civilizaciones paleolíticas de sitios muy lejanos. ¿Cómo no habría semejanzas en las caretas antropomorfas de hoy en día?.

En las mascaradas de invierno encontramos elementos -las caretas antropomorfos- que nos trasladan en volandas a la noche de los tiempos. A las eras de las civilizaciones de cazadores y recolectores. Los datos están ahí. Su representaciones parietales afloran en las cuevas y también en el arte mueble. Y estamos ante un caso más de la pervivencia de viejos elementos culturales y mágicos de sociedades y civilizaciones prehistóricas que se han asentado en nuestro suelo y en el continente al que pertenecemos. Y ello las convierte en elementos culturales de primer orden y de una clara importancia.

Estamos en el invierno. Salen las caretas a pedir el aguinaldo. Disfrutaremos de las viejas mascaradas invernales. Un tesoro vivo de nuestros ancestros.

Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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