Era la buena la coyuntura y desde el ayuntamiento, los partidos de siempre allá por los 80/90, decidieron apostar por impulsar el sector. Candamu, tierra idónea para el cultivo de la fresa, como no aprovecharlo. Así que, ingeniosos, modernos, eruditos ellos, decidieron por el bien del sector el reparto de plantones entre los vecinos para una especie de industrialización del sector. ¿Plantones de la fresa autóctona que dio renombre al concejo? ¿Potenciar el producto local, creando riqueza desde lo propio que tan valorado llegó a ser? ¿Crear una marca de calidad con un producto propio y de excelencia?

No ¡por Dios! Desde el Ayuntamiento se repartió plantón del fresón de Huelva. Si. Se trajo planta de fuera, más grande, más guapa a la vista, quizás con mayor capacidad de producción, pero distinta, otra calidad, otro sabor, otra planta, otra cosa ¿Consecuencia? Los agricultores locales que seguían con las plantas de siempre veían sus plantas polinizadas por las plantas exógenas, las plantas de Huelva, y lo que era un producto autóctono, que por su calidad dio fama al concejo, se mezcló y varió genéticamente por la mezcla en la polinización con la planta de Huelva, cambiando, dejando de ser lo que era, desapareciendo.

A dia de hoy, 2018, desde el Ayuntamiento candamín se trabaja con la Universidad de Uviéu y el Serida para recuperar las variantes autóctonas de la planta, si todavía están a tiempo, en una labor de «arqueología botánica».

Explicar los paralelismos entre esto y la historia de la llingua asturiana no debería de ser necesario, por obvios. Políticos paletos, ignorantes, avergonzados de su tierra, de sus gentes, su historia, costumbres. Capaces de destrozarlo todo. ¿Que hicimos los asturianos para merecer esto? Una cosa si, votarlos.