Como decía el cantar del siglo pasado, empezamos a estar hartos de repetirnos… aunque no por ello pararemos de gritar
Si hay algo de lo que podamos estar orgullosos los asturianos es de no nos rendir, por lo menos en la cuestión lingüística. Hemos pasado por la imposición salvaje del español, la represión directa y en muchos casos violenta de los asturfalantes durante la dictadura, la posterior represión, quizás no tan violenta pero igual de directa, de los sucesivos gobiernos del PSOE en Asturies, para llegar ya cansados y con la lengua herida a la represión discreta, combinada con promesas, que tan bien manejan Barbón y asociados. A estas alturas ya recibiéramos la estocada de la «galleguización» de la fala y los recortes de contenido al concepto legal mismo de Oficialidad y vamos ya para dos legislaturas aguantando traiciones de quienes alcanzaron el puesto con promesas.
Sin embargo, seguimos. Seguimos en la calle, seguimos gritando, seguimos, sobre todo, hablando, escribiendo, viviendo en asturiano. Y no, no nos dan puestinos, ni pagas, ni dinero alguno por ello. Lo que nos da es la vida y no vamos a renunciar a ello, a estas alturas de la historia tenían que ir percatándose de ello.
Por eso ayer se rodeó varias veces la Junta General, entre la impotencia, el cabreo y una buena pizca de esperanza, y ha vuelto a gritarse, «¡l’Asturianu Llingua Oficial!». Porque en el fondo sabemos que depende todo de la voluntad política de unos cuantos, de los mismos que han retrasado con toda intención la reforma hasta hacer cuasi inviables los plazos y ahora, dentro de esa Junta General, se dan palmaditas en hombro y juegan al teatro de la negociación. Porque sabemos que la “voluntad sincera y decidida” de sacar adelante una reforma del Estatuto autoboicoteada ni es sincera, ni decidida.
Nada más pido a los asturianos dos cosas, que sigan gritando todo lo que haga falta y que no se dejen engañar más, ni por promesas, ni por la imposición de «amabilidades lingüísticas» sospechosas. No vaya a ser que después de tanto luchar nos vendan una Oficialidad en vacío.
Llucía F. Marqués
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